126. Un rayo que te parte los huesos


A12    “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, les he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.”
Julio Cortázar
“Rayuela”, 1963

Heme aquí sentado contemplando como poco a poco el otoño va ganando la batalla al verano, que se sigue resistiendo. Allá fuera sigue la crisis, pero digo bien, allí fuera. No puedo negar que me ha afectado, pero poco a poco se ha ido convirtiendo en algo exterior a mi, no por nada sino por necesidad. Al final me he dado cuenta de que lo importante son los sentimientos y he de reconocer que estoy triste, decepcionado. Cuando murió aquel gallego bajito que mandó durante cuarenta años, muchos pensamos que una nueva vida se plantaba ante nosotros. Y así fue en cierto modo, llegó la nueva constitución la movida, aquello que llamamos transición. Pero hoy visto en perspectiva me siento profundamente decepcionado, y no quiero estarlo.  Resultó que aquel monarca tan campechano no dejaba de ser lo que siempre fue: el heredero de Francisco Franco. Que la transición se quedó a medias porque los políticos no han querido renunciar a las prebendas que en un principio se les otorgaron para fortalecer el sistema y se han servido de ellas. Que la movida tuvo muchas cosas buenas (quizá la mejor que eramos más jóvenes) pero  a la vez que potenció la cultura y nos obsequió con inolvidables canciones y grupos, dejó una senda de destrucción a través de las drogas, que curiosamente he intentado paliar un poco con mi trabajo. 
Y al final quedan los sentimientos, pues los movimientos políticos y sociales están fuera, aunque algunos a veces pasen a convertirse en parte de esos sentimientos. Y siento que ya no me sirve quejarme, o echarle la culpa al gobierno, o ver lo inmorales que han sido con nosotros los banqueros, los políticos o los grandes empresarios, sin olvidarme de los jerarcas de la iglesia, que no representan a los colectivos que pretenden representar. Ni siquiera me vale renegar de que participamos en el juego muchas veces de manera consciente. Nada de eso me vale. Solo me vale mirar dentro de mi y ver como puedo ser mejor, como puedo crecer. Si todos nos cuidamos a nosotros mismos y nos preocupamos de ser mejores, el mundo será mejor, y la economía irá bien para todos, no solo para unos pocos. Esa pasión, ese sentimiento es lo que nos salva de la crisis, ese rayo que nos parte los huesos y nos deja estaqueados en la mitad del patio, esa energía que nos mueve y nos hace mejores.


125. No admito obstáculo alguno


A11 ”Para la santa unión de las almas no admito obstáculo alguno; El amor no es amor si cambia al ver que cambia la otra llama lo mismo que si, abandonado, abandona a su vez.”
Nancy H. Kleinbaum
“El club de los poetas muertos”, 1990, p.126


El tiempo pasa probablemente más deprisa de lo que queremos. La vida va tomando sus propios rumbos a pesar de nuestros planes y nos preguntamos: ¿Qué nos queda?. Vivimos tiempos de cambio, pero ¿qué tiempo no es de cambio?.
Al final entre las tinieblas queda el recuerdo de una pasión, ese fogonazo lejano de aquel amor que fue, y del que pudo ser y no fue. Un rostro que nunca olvidamos al que sin embargo no sabemos ponerle nombre. Pero lo único que cuenta es el amor que podamos sentir ahora. El pasado casi siempre duele, el futuro está por llegar. ¿Qué puedes sentir ahora?