Contestatario



Con nueve o diez años en el colegio me llamaban contestatario. Sí, contestaba. No me creía aquello que me decían, pues en mi interior veía las cosas de otra manera. Iba a un colegio de curas y no entendía como podían leer algo en los evangelios y luego postular algo que no tenía nada que ver con lo leído. No me callaba. De hecho se plantearon expulsarme, pero tenía algo que entonces parecía ser un arma a mi favor, sacaba muy buenas notas. La vida me ha demostrado después que sacar buenas notas no lo es todo. Los tiempos cambian y lo que entonces parecía ser la panacea, luego me ha hecho pasarlo mal, quizá por agarrarme demasiado a ello, todo hay que decirlo. 

Estudiar era mi refugio, me gustaba mucho aprender e imaginar cosas y sacaba buenas notas. No sabían qué hacer conmigo. Eran los tiempos en los que te colocaban en los pupitres según las calificaciones de la última evaluación. No sabían dónde ponerme. Si me ponían con los empollones, como correspondía por mis notas, los revolucionaba a todos y si me ponían con el último de la fila, como correspondía, según ellos, por mi conducta, el efecto no hacía más que potenciarse. Y aquello debía ser un gran problema para aquellas mentes rígidas y cuadriculadas. Así que me pasaba el día en los pasillos, mirando por los grandes ventanales que daban a aquella plaza elíptica.

Pero eso lejos de modificar mi conducta me servía de meditación. Mi imaginación volaba o me concentraba en tareas como contar los coches que pasaban por un determinado punto de aquella plaza, o ver cómo cambiaban de sitio unos gigantescos abetos con motivo de las obras del metro. Aparentemente aquello sólo sirvió para confirmarme más en mis propias creencias. Nunca he entendido del todo para qué me apuntó mi madre a un colegio que no tenía nada que ver con sus valores. La enseñanza era buena, desde el punto de vista académico, y eso era motivo suficiente para que todo valiera. Pero en casa vivía unas cosas que no tenían nada que ver con la vida que intentaban venderme en el colegio. Cuando por motivos económicos mi madre se vio obligada a cambiarme a un instituto público me di cuenta de que aquellos curas habían dejado en mí una huella más profunda de lo que yo quería creer. Pasé de ser un chico de baja extracción social con familia problemática a ser "el pijo". Un cambio de "etiquetas".

Recuerdo aquel primer día de instituto al que acudí con mi mochila repleta con todos los libros del curso, cosa que nadie llevaba. Había unos seres con pelo largo y que llevaban sujetador ¡chicas!. Estas no llevaban faldita de cuadros como las del colegio de al lado. La mayoría embutían sus cuerpos en unos ajustados vaqueros de color azul que hacían saltar todas mis alarmas hormonales. Y fumaban, fumaban muchísimo... Siempre he pensado que me hubiera gustado convivir con compañeras de pupitre desde parvulitos. Hubiera sido todo más natural y las relaciones con el otro sexo más equilibradas. 

Otro elemento que me llamó la atención fue que allí había un bar. Las mesas estaban llenas de adolescentes y de botellines. Era otro mundo. Pero justo, tuve la suerte de encontrarme a un compañero que había estado conmigo en infantil y en primero de básica en un colegio del barrio, antes de cambiarme al de los curas. Para ser ecuánime, no todo fue malo en el colegio. La curiosidad y las ganas de aprender se desarrollaron allí, y hubo algunos profesores que me las inculcaron, en especial don Antonio, al que siempre recordaré por habernos leído "Las aventuras de Arturo Gordon Pym" por capítulos, que luego más tarde supe que era de Poe y que visto ahora, me parece casi una temeridad leerlo en aquel colegio y en aquella época, cosa que he agradecido toda mi vida.

Es curioso como recordamos cosas que pensábamos que ya no teníamos en nuestra mente. Pero el archivo sigue ahí de alguna manera y va unido emociones que son las que desencadenan el recuerdo. En apariencia las cosas malas hacen más ruido, son noticia, pero al final son las buenas las que triunfan.

¿Para qué escribo todo esto? Bueno,estoy en un momento de mi vida en el que echo de menos a aquel niño contestatario y me vendría bien que saliera. No se trata de quejarse por quejarse, simplemente decía lo que pensaba y me centraba en mi vida, en cambiar lo que si podía cambiar. Ya lo hice antes, ¿por qué no lo voy a hacer otra vez? La única manera de llevarlo a la práctica es buceando en mi interior para volver a encontrar aquella llama. Ese es el sentido de este blog. Necesito contar conmigo, ahora.

Aquel mes de octubre cambié de mundo. Por eso luego he repetido mucho esta frase: "Hay otros mundos, pero están en este". Y esto se ha ido ampliando. El mundo no es lo que sale en la televisión, ni siquiera en internet. No es lo que vivimos todos los días en nuestra casa. Hay muchos mundos, muchas formas de vivir la vida. En realidad cada uno tiene la suya, y percibimos la realidad de una manera distinta. Porque ahora se también que hay mundos fuera de este, y muchos...



Libro: "Crecer en felicidad" de Carlos Goñi



Este año los Reyes Magos, con la inestimable ayuda de Ana, mi hija, me han traído un libro. La verdad es que casi todos los años cae alguno por tan señalada fecha. Pero este ha sido especial (como la rosa), un libro con significado, acompañado de señales, a pesar de ser de un autor desconocido para mí. Esta fue una de las primeras "señales" en realidad ya que, en un principio, me sonaba su nombre. "San Google" me sacó del error pues lo estaba confundiendo con el cantante de "Revólver". Me ha resultado curioso que apenas aparece información sobre el escritor en internet, a pesar de tener publicados más de veinte libros. Igual que el Carlos Goñi cantante se parapetaba tras el seudónimo de "Revólver", este parece hacerlo detrás de su libros, con poca presencia en la red de redes, lo que pone en entredicho aquello de que todo está en internet. ¿Todo, todo? Antes decíamos que todo estaba en los libros...

Este libro que me llega con una emotiva dedicatoria de Ana incluida, es a su vez, un diálogo del Carlos Goñi padre con su propia hija, de edad similar a la mía. Otra coincidencia es que ambos padres somos de la misma quinta (la del "Buitre"). Con dicho diálogo como telón de fondo va analizando la experiencia de la felicidad a lo largo de las distintas etapas de la vida: juventud, madurez y vejez. De ahí el título de "Crecer en felicidad" en el doble sentido de ser felices mientras vamos creciendo, biológicamente hablando, y de cómo podemos hacer crecer la felicidad a lo largo de nuestra vida. Tiene mucho que ver, por supuesto, con el sentido de la vida, con el "para qué" estamos aquí, que no en vano fue lo que en su momento motivó la recopilación de citas que dieron origen a este blog.

Más señales: ¿Es casualidad que me regale este libro mi hija? ¿Coincidencia? ¡No lo creo! Al final todo sucede para algo. He de confesar que ha habido momentos durante la lectura del libro en los que ha rondado por mi cabeza esta pregunta: ¿Es que Ana no me ve feliz? Pero me he dado cuenta de que el que no se ve feliz soy yo. Que he perdido aquella alegría, que tiene que ver con lo que eres en esencia, no con lo que haces o con lo que crees que tienes. Y últimamente me dejaba llevar por la creencia de que tengo muchos años para tal o cual cosa. Y nunca es demasiado tarde...

"Muchas veces confundimos la alegría con pasarlo bien o estar a gusto, cuando de lo que se trata es de ser alegres" (p. 79)
Me ha resultado un libro estimulante, que te remueve y te hace pensar, que no es poco en estos malos tiempos para la lírica. Es verdad que me chirría un poco el tema de las etapas y de los cuadrantes en que los divide, pero hay un montón de mensajes útiles y de referencias que me han llegado, quizá por aquello de que el autor y yo compartimos año de nacimiento. Podría destacar las referencias constantes a "El Principito" y su rosa, que es especial porque él se ha fijado en ella. El primer logotipo de mi web, antes de ser un pájaro, era una rosa, porque desde que leí "El Principito" está muy relacionada con el amor, con aquellas personas que son especiales porque nosotros las hemos elegido, como a la rosa. De hecho, el color rosado que adorna el logo y las entradas de este blog, es el perfume que ha quedado de aquella rosa.

Otras referencias que me han cautivado son las que hace en varias ocasiones a lo largo del libro sobre "El señor de los anillos" de Tolkien, libro que tengo muy asociado a la Navidad, y que casualmente "mi rosa" lo está leyendo en estos momentos. Esa historia del anillo único que no deja de ser un viaje iniciático que habla de la búsqueda de la felicidad y que tiene constantes referencias a las distintas etapas de la vida y a la superación de las dificultades en cada una de ellas. Sauron es una presencia constante que en realidad no aparece físicamente en el libro. ¿No será esa sombra que todos tenemos y que en ocasiones nos impide crecer en felicidad? ¿No será lo que algunos llamamos "ego"?


Otra referencia interesante es la que hace a "El viejo y el mar" de Ernest Hemingway, libro este que no recuerdo haber leído. Me he que dado con muchas ganas de subsanar este error. El viejo es un pescador que ya no pesca nada aunque lo sigue intentando con la ayuda de un muchacho, hasta que por fin es capaz de pescar "el gran pez", demostrándose a sí mismo que puede. Otro paralelismo con mi situación actual, pues sigo buscando mi pez... 


Hay muchas más referencias como las que hace a varios personajes de la mitología o al cuento de Caperucita, por ejemplo. Pero esas voy a dejar que las descubras en tu propia lectura. Es uno de esos libros que te deja un regusto agradable, un deseo de volver atrás y releer ciertos pasajes, o entero de nuevo, ¿por qué no?. Una prueba (si es que hacía falta) de que la Filosofía es necesaria en nuestra vida, ya que, queramos o no, forma parte de nosotros e impregna todo lo que pensamos y hacemos. 


Tengo la sensación de que este libro ha aparecido en mi vida para recordarme la importancia que la alegría ha tenido para mí y como me he apartado un poco de ella. Quizá también sea el mensaje que mi hija quiere hacerme llegar, porque ella también llegó a mi vida para algo, y en especial hace casi dos años. Me ha hecho sintonizar de nuevo conmigo mismo, valorar más lo que tengo, en especial a las personas que me apoyan y sentirme agradecido por ello. Nunca es tarde... Ahora te toca a ti. ¿Que más se le puede pedir a un libro?  Por cierto, también habla de petunias, como la de la portada.