Mi Atleti



He preferido que pasen unos días para que se decanten los sentimientos, pero no podía dejar de escribir esto, me lo pide el cuerpo. Además tiene que ver mucho con la gestión de las emociones, al menos de las mías. El pasado viernes sentí realmente que perdía algo y eso se tradujo en un profundo dolor en mi corazón y el motivo no era otro que el anuncio del nombre del nuevo estadio, con la sorpresa del cambio de escudo incluida, por parte de los dirigentes del Atlético de Madrid. El lunes pasado, por la tarde, pasé caminando por el Puente de Toledo y no se veía el Calderón por la niebla. ¿Una metáfora? 

Aunque soy consciente de que tiene mucho que ver con mi situación actual, en la que noto un sentimiento velado de pérdida, hay una parte de mi que ve esto como una "tontería". Pero el dolor es real y viene muy unido a las emociones que tengo asociadas a dicho club de fútbol, sobre todo a mi padre, que fue socio del Atleti cuando jugaba en el antiguo Metropolitano y le brillaban los ojos cuando me hablaba de la "gradona". Curiosamente dejó de serlo cuando se cambiaron al entonces estadio del Manzanares, cuando yo tenía tres años... Por tanto mi vida en rojiblanco ha estado unida al estadio Vicente Calderón.

No se si fui antes, creo que no. Pero el primer recuerdo que tengo del Calderón es el homenaje a José Eulogio Gárate once años después. Todavía está por casa de mis padres el cartel que anunciaba aquel partido y al que por supuesto fui acompañado de mi padre y también vino mi hermana. El sentimiento por un club es el que nosotros alimentamos con nuestros recuerdos, o más exactamente, con lo que creemos sobre lo que recordamos. Y los recuerdos que crees tener no son la realidad de lo que pasó, ni coinciden con los que tienen otras personas que también estuvieron allí.

¿Para qué proyectamos nuestros sentimientos en algo tan externo a nosotros como un club de fútbol? En realidad el club no deja de ser una creencia, una idea. ¿Cuantos jugadores y técnicos quedan del Atleti de hace 7 años? Es algo en constante evolución y cambio, y que sin embargo nosotros percibimos como inmutable, y sentimos que nos quitan algo cuando se cambian de estadio o nos cambian el escudo. O qué decir de jugadores que cuando jugaban en el Atleti eran los mejores del mundo y ahora son unos "paquetes" porque se fueron a otro equipo. Sin embargo siguen siendo los mismos, con sus virtudes y sus errores, y además no los conocemos como personas, sino a través de su imagen como jugador de fútbol, ni sabemos los motivos por los que se fueron realmente. Cualquiera que haya jugado al fútbol y haya estado en un vestuario sabe que lo que pone la prensa dista mucho de la realidad.

Siempre he tenido una lucha interna. Lo que siempre me gustó y me motivó realmente era jugar al fútbol o al fútbol sala. Dices que ver los partidos por matar el gusanillo de jugar, pero no lo consigues... No hay nada que se parezca a ser tu el protagonista del partido, aunque no haya ni un solo espectador. ¿Por qué nos implicamos tanto en algo que no podemos influir, o influimos muy poco? A veces un campo lleno de gente animando consigue que los jugadores renueven sus energías... Pero esto ocurre en contadas ocasiones y aún con ese apoyo, no hay garantía de que el resultado sea el deseado. Curiosamente algo parecido nos pasa con la política, delegamos cosas importantes en otros que luego hacen "lo que quieren". 

Si a esto unimos que muchas veces expresamos los sentimientos en el fútbol y no lo hacemos con la persona que tenemos al lado, aumenta mi perplejidad. Hay un mundo ahí fuera que creemos real, muy mediatizado por la televisión y otros medios de comunicación, en los que la protagonista es ya la red de redes. Pero lo importante es lo que tenemos cerca, las cosas sobre las que podemos influir y que dependen de nosotros. A veces los equipos de fútbol solo alimentan la idea de separación, como los partidos políticos o pertenecer a un grupo religioso determinado, y esa idea por desgracia, muchas veces lleva a la violencia. Nos aferramos a unas ideas, a unas creencias y a unos colores por encima muchas veces de nosotros mismos.

Recuerdo todavía cuando podía ver los partidos con mis amigos del Real Madrid y los "piques" se vivían con alegría conscientes de que era un juego y de que por encima de todo eramos amigos. O cuando mi padre que trabajaba de barman en un conocido establecimiento cercano al Bernabéu me contaba como se reunían allí jugadores colchoneros y merengues para tomar una cerveza... Eso ahora me parece impensable en el fútbol profesional aunque se que se sigue haciendo en el fútbol aficionado y en categorías inferiores, emulando los famosos "terceros tiempos" del rugby en los que los jugadores de ambos equipos salen juntos a celebrar el encuentro. Ahora parece que se tiene que estrellar el avión de un equipo para que volvamos a recordar que vamos todos en el mismo barco.


Yo no soy "Mi Atleti", ni tiene sentido que me sienta mal por lo que otras personas deciden. Eso que llamo "Atleti" (mejor sin el posesivo) no es más que un conjunto de emociones y de vivencias impregnadas de afectos que yo asocio con ese club. Y que tienen que ver más con mi padre, con mi familia, mis amigos y con recuerdos de toda mi vida. Elijo lo que me haga feliz y, como en todo en este mundo, de mi depende lo que resuelva hacer con ello, puesto que soy el protagonista del partido de mi vida. Ahora tengo más escudos para elegir...






   

¿Qué son las adicciones?



Una amiga mía dice que cuando pones la definición de la RAE es que vas a dar la tuya propia. Pero a mí me resuena mucho y me parece muy coherente la que da la Real Academia de la Lengua:
  • adicción Del lat. addictio, -ōnis 'adjudicación por sentencia'; adicto.
  • f. Dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico.
  • f. Afición extrema a alguien o algo.
Procede del latín "addictus" que significa comprometido, sujeto, obligado, y aludía al deudor insolvente que por sentencia judicial era entregado como esclavo a su acreedor.
En este sentido la palabra clave en la adicción es la dependencia, pues la persona es esclava de la sustancia o la actividad que repite. Cuando hay dependencia se altera el equilibrio del organismo y por tanto produce efectos nocivos en la salud, entendida en un sentido holístico, es decir, es algo que afecta a todos los aspectos de la vida de la persona. Literalmente la persona deja de ser ella misma y vive para algo externo.
La segunda acepción también es interesante pues alude a la afición extrema a alguien o algo. Aquí entrarían las dependencias emocionales, la codependencia, adicciones a los video juegos, a las apuestas... etc. El criterio para saber si existe adicción es precisamente si causa problema en la vida de la persona, si se ha alterado el equilibrio y la persona empieza a quitarse tiempo de actividades básicas para la vida como relacionarse, comer o dormir.  Aquí entra el concepto de abuso frente al de uso. Todo en su justa medida puede ser beneficioso pero si se consume en exceso o se hace todo el tiempo lo mismo, se convierte en algo perjudicial. La pregunta del millón es ¿cuál es la justa medida? Como veremos, esto depende de cada persona.
Otro aspecto importante que se deriva de la definición es que existen dos grandes tipos de adicciones: a sustancias y a actividades, y apunta que estas últimas puede ser a algo o a alguien, cuando habla de "afición extrema".

Bajo mi punto de vista existen una serie de conceptos clave que determinan las condiciones de la adicción:

1) Dependencia: La sustancia o la conducta se convierten en algo indispensable que cada vez exige más a la persona y llega a convertirse en "su vida", no existiendo nada más. Sin esa sustancia o esa actividad, la persona no es nada.

2) Tolerancia: Es el fenómeno por el cual paulatinamente hay que ir aumentando la dosis del estímulo adictivo para conseguir los mismos efectos deseados. Esto viene de que el cerebro se va habituando a dicho estímulo adictivo y cada vez necesitamos más cantidad para conseguir los mismos.efectos El problema es que llega un momento en el que el cerebro se satura y ya no produce tales efectos, pero si falta la sustancia o la actividad nos encontramos mal. Por ello se suele decir que la adicción empieza para estar bien y se acaba manteniendo para no estar mal. En esto tiene mucho que ver la gestión de placeres y consecuencias negativas de las adicciones, que es algo muy particular de la idiosincrasia de cada persona.

3) Síndrome de abstinencia: Son los efectos adversos que se producen cuando falta la sustancia o la actividad que causa la adicción. La estrella de los efectos adversos es la ansiedad, que está presente en todo tipo de adicciones. El "craving" es una ansiedad extrema unida a un impulso irrefrenable de consumir la sustancia o realizar la actividad que representan el estímulo adictivo. Está muy relacionada con los trastornos obsesivo-compulsivos. Un dato curioso es que el único síndrome de abstinencia que puede llegar a ser mortal es el del alcohol, cuya fase más aguda es el llamado "delirium tremens". Este último también puede darse en pacientes con intoxicaciones agudas por benzodiacepinas o barbitúricos, aunque es mucho más raro.

4) Ritual o programa mental: Todas las adicciones siguen un programa o un patrón mental que es la base que mantiene la conducta adictiva. Si tenemos en cuenta que el 90 % de este programa es inconsciente y que los patrones que nos llevan a la ilusión del dolor son los más adictivos, comprenderemos por qué a veces parece tan difícil salir de la adicción. Por otro lado, no es casualidad que muchas drogas estén muy presentes en ritos religiosos o similares, en especial en culturas chamánicas tan antiguas como la humanidad. Precisamente las religiones se basan en una de las "sustancias" más adictivas que existen, las creencias. De hecho  las adicciones se podrían explicar como la preponderancia o el abuso de determinados programas mentales, en los que tienen un papel muy importante las creencias, la fe y los sistemas de valores, teniendo en cuenta que las emociones y el nivel subconsciente tienen un peso mayoritario.

5) Vacío interior: En mi experiencia el 90 % por ciento de las personas que he tenido la oportunidad de acompañar en sus procesos de tratamiento para salir de algún tipo de adicción comentaban ese "vacío" como explicación para haber llegado a ellas. Algunos también lo llamaban "vacío emocional" y parecían tener su origen en programas mentales adquiridos durante la infancia. Podría decir que todos procedían de familias desestructuradas, entendiendo como tales las que presentan grandes dificultades en la gestión de las emociones y, por tanto, los miembros no ocupan en la familia el lugar que les corresponde y las relaciones que se establecen entre ellos son conflictivas o dolorosas.
En el fondo este "vacío interior" tiene su explicación en que los adictos buscan fuera lo que en realidad está dentro de ellos. El amor y el reconocimiento de nuestro valor como personas es algo con lo que ya nacemos pero que equivocadamente buscamos en otras personas, en sustancias o en actividades que nos inunden de emociones con una base ficticia. Esto hace que se resientan nuestra identidad y el sentido que le damos a nuestra vida.

6) Enfermedad: Si bien las adicciones están consideradas como una enfermedad debemos hacer aquí algunas puntualizaciones. Las entiendo como enfermedad en el sentido amplio, y prefiero hablar de trastornos complejos, ya que afectan a todas las áreas de la vida de la persona, incluida la identidad y lo transpersonal. En cualquier caso, una adicción no es un resfriado. El paciente en el sentido estricto, el que espera que sean los medicamentos o los profesionales sanitarios los que le den la "solución",  no es el que va a salir de la adicción sino aquel que tome la decisión de cambiar de vida y sea consciente de su situación, o lo que es lo mismo, el que se de cuenta de quién es y de lo que supone la adicción en su vida. Solo desde el autoconocimiento y de la consciencia del valor que tenemos por el simple hecho de existir se puede empezar el camino que lleva a la salida de la adicción. Este es un proceso activo que habrá que afrontar paso a paso.

7) Proceso individual: Todos los factores reseñados en los seis puntos anteriores son personales e intransferibles de cada ser humano. Cada sustancia o cada actividad influye de manera y medida distintas en cada persona. Más allá de un diagnóstico más o menos acertado la adicción existe en la medida en que la persona ya no está a gusto con la situación que tiene y empieza a ser consciente de los problemas que la adicción le trae, al sentirse esclavo de una sustancia o una actividad. Si bien es verdad que muchas veces nos vemos a través de los demás, y son los familiares o el entorno los que empujan a la persona a dar el primer paso, el adicto es, de alguna manera, el que ha creado su propia adicción y solo él conoce el camino de salida. Otro aspecto importante es que la adicción tiene una intención positiva en la vida del adicto, que ese "yo adictivo" también es la propia persona por lo que no se trata de negarlo o eliminarlo sino de integrarlo en la nueva realidad libre de adicciones.



El sol engaña


Hace frío. Viene a mi cabeza la imagen de aquellos días de invierno en los que parecía haber un sol radiante cuando miraba desde el calor de mi ventana. Enseguida pensaba en jugar con mi “madelman” de expedición polar, en las zonas umbrías, donde no desaparecía la escarcha acumulada durante los meses más gélidos. Luego salías y ese frío parecía cortarte las mejillas y te dabas cuenta de que el sol estaba muy bajo en el horizonte. Recuerdo que mis padres decían en estos días “el sol engaña…”.

Es uno de esos días, a finales de invierno del año del quinto centenario. Y allí estoy yo… Dando mis primeros pasos como psicólogo, con la “L” a la espalda, atendiendo a menores en lo que luego se llamaría “riesgo de exclusión social”. Más tarde aprendí que cuando a alguien le atribuimos este dudoso título, es que ya está excluido hace tiempo.


Es una zona deprimida, de un barrio cualquiera de las afueras de una ciudad cualquiera. Venga, como decía Sabina, pongamos que hablo de Madrid. Un grupo de personas hemos montado una asociación para dar apoyo a menores, en especial en el ámbito escolar. Pero nos hemos dado cuenta de que muchos de los padres de esos niños son drogadictos. El sol engaña…


Cerca del local hay una zona de chabolas. Muchas son simples cartones entrelazados. Todo está embarrado y lleno de basura. Un arroyuelo infecto recorre el centro del camino, haciendo las veces de cloaca. Y entonces me cruzo con su mirada. Un escalofrío recorre mi columna, de abajo hacia arriba. ¿Habéis mirado alguna vez a los ojos de la adicción? ¿Qué sienten? ¿Cómo te sientes? Aún no soy consciente, pero acabo de tomar la decisión de dedicarme a ayudar a las personas afectadas por las adicciones.


No sé ponerle una edad. Calculo que entre seis y nueve años. Tampoco sé su nombre. Su mirada me atraviesa, más allá, hacia un futuro que él no tiene. Por toda vestimenta lleva una camiseta rota y renegrida, que apenas cubre su minúsculo cuerpecillo. El sol engaña… Después, en el local, una compañera me cuenta que el padre de ese niño es un camello de la zona y que en algún momento tuvo la ocurrencia de darle a su hijo “papelinas” para “jugar”. Y esto fue lo que hizo él, lo que hacía yo con aquel “madelman”. Solo que este juego es más peligroso.


Quisimos ayudarle. Días después se lo llevan los servicios sociales a un piso de acogida de menores. ¿Le hemos ayudado realmente? Solo me queda esa mirada, que me acompaña para siempre. Una mirada que ya había visto en amigos de la adolescencia que se quedaron por el camino. Que alguna vez, sí, la había visto en el espejo, en mi padre cuando venía del bar, en los ojos de la fiesta… El sol engaña. La iba a ver muchas veces…

Han pasado quince años. Estoy en la terraza del piso de desintoxicación en una ciudad cercana a la anterior. Tengo que salir a recoger a los nuevos “usuarios” que van a entrar al piso. Llego al centro de tratamiento y nos reunimos en la sala para explicarles la normativa y lo que va a ser su vida en las dos semanas siguientes. Y de pronto veo aquella mirada y siento aquel escalofrío. Esta vez sí supe su edad, 23, y su nombre, Antonio. El sol engaña. No ha crecido mucho desde la última vez que nos vimos.

Es de noche, después de la cena. No para de hablar. Me cuenta se escapó del piso de menores con 14 años. Que ha estado viviendo en un pequeño descampado entre una estación de metro y un instituto. Me cuenta cómo se salvó por los pelos de morir aplastado por los restos de un helicóptero de militares que se estrelló en el patio del instituto de al lado. Lo cuenta con cierto orgullo porque sobre todo se siente querido en aquel barrio. La gente le conoce y le ayuda con comida y algún dinerillo, y muchos se interesaron por él cuando lo del helicóptero. Pero cada noche volvía a dormir en su pequeña chabola de cartón junto a las vías del metro. El sol engaña…
El metro se desliza vertiginoso por el túnel mientras mis pensamientos se pierden observando a la gente que llena el vagón. Alguien entra a pedir, con una historia quizá mil veces escuchada. “Es triste pedir. Tengo mujer y dos hijos y vivimos los cuatro en una habitación alquilada. Pido para pagarla y dar de comer a mis hijos…” La voz me resulta lejanamente familiar y se acerca poco a poco repitiendo la misma cantinela. Y vuelvo a ver esa mirada y a sentir un escalofrío… Esta vez se ha unido la mirada del temor a ser desenmascarado. Me ha reconocido, me mira un microsegundo y se da la vuelta sin mediar palabra. Va con un traje bastante arrugado y una corbata muy pasada de moda que no ocultan que sigue viviendo en la calle, quizá con el apoyo de algún centro de emergencia y alguna ducha en la casa de baños. No sé si el sol engaña. En el túnel ni siquiera hay sol. Si sé que nunca tuvo mujer, ni hijos.
Subo lentamente por las escaleras de la estación. Los pensamientos me invaden. Desde pequeño él no pudo elegir, ¿o sí?. Quizá ya estaba fuera del sistema antes de entrar en él. Sin los excluidos el sistema no puede alcanzar su equilibrio. Y tengo la sensación de que yo podría ser él, y me doy cuenta de que también la tuve aquel primer día en las chabolas. ¿Qué me diferencia de él? En esencia nada, lo que creemos. Al salir del metro suenan las campanas de una ermita cercana. Doblan por mí. El sol engaña…
Han pasado cuatro años desde que le vi en el metro. Hoy es un día alegre. Después de un año en el piso de reinserción ha encontrado trabajo de jardinero. Acaba de terminar el curso y le apasiona cuidar de las plantas y diseñar jardines. Ya no veo esa mirada, sus ojos tienen un brillo especial. Parece más alto. Cree en él. Gracias a tener trabajo le han concedido también una vivienda.
Nos damos un abrazo. Este escalofrío es por otros motivos. Parece que este invierno el sol ya no engaña. Por el cambio climático, dicen. Pero, ¿quién lo dice?

Mi coche




Voy en mi coche, un "Jaguar" descapotable de color verde, por la Gran Vía. La vida me sonríe, todo va bien. Llevo los planos para reformar la fachada de un edificio histórico en tan emblemática calle madrileña. La verdad es que ha sido todo un éxito obtener este contrato. Cuando salga tengo que celebrarlo. Tomaré un whisky. Bueno al final fueron varios. Me gusta el sabor del whisky, es el sabor de la victoria... Es un poco tarde, llego a casa y Vicky me está esperando todavía despierta. La verdad es que está buena mi mujer...

Los contratos se suceden. Todo va viento en popa. Todos los días tengo algo que celebrar. Van pasando los meses. Hoy me ha parado la guardia civil y he dado positivo. No pasa nada, tengo de sobra para pagar la multa. Cada día llego más tarde a casa. Vicky ya no me espera. ¿Por qué no me espera? Hemos discutido y la he pegado. Nada grave. Solo un ojo morado. Si que está buena, si...
Hoy he cerrado otro contrato importante. Me ha costado llegar tarde a casa. Han sido muchas rondas para cerrar el trato. Para paliar la borrachera me he metido un poco de coca, y después todo ha sido coser y cantar. Pero a mí no me gusta la coca. Cuando llego, Vicky está dormida y a mi ya no me apetece despertarla. Voy al salón y me tomo la penúltima copa. Es extraño, pero al levantarme por la mañana me tiemblan las manos. Llevo ya bastantes días así. Será el estrés.
He salido de trabajar un poco antes. Hoy me sentía disperso y no me concentraba. He entrado en un pub. Me siento en la barra. Y allí está ella. Hay una botella de whisky en una especie de podio giratorio. Es de esa marca que anuncian y en la base pone una leyenda que alude al origen de la palabra whisky, "agua de vida". La botella está iluminada por varios lados. No puedo apartar la mirada de los distintos tonos de ámbar, a la vez que siento ese sabor maravilloso en mi paladar. Pido la primera copa que no será la última. Me espera una gran noche. Esa botella con su brillos y sus bellos colores parece haberse metido en mi cabeza. No puedo parar de beber... El camarero me despierta, estaba dormido sobre la barra. Le pido la penúltima. Con mucha amabilidad me convence de que he bebido demasiado y además tiene que cerrar. Son las tres de la mañana. Me duele un poco la cabeza. Pago y me voy. Vicky está profundamente dormida. La verdad es que cuando nos vemos no hacemos más que discutir. Ayer me llamó borracho y me pidió el divorcio.
Esta mañana me he dormido. Las manos no dejan de temblarme. Tengo una botella en el mueble bar. Me la bebo entera ya sin vaso. A palo seco. Tengo que bajar a comprar más. Son las doce. Me llaman del despacho... Un cliente me está esperando desde hace una hora. Lo había olvidado. Es la tercera vez que me pasa. Estoy perdiendo contratos.
Ha pasado una semana. Me han despedido del despacho de arquitectos. Mi propio socio. Voy al pub pero cuando llega la hora de pagar no tengo dinero. La tarjeta no funciona tampoco. Como ya me conocen me lo dejan a "cuenta". Voy a casa. Vicky no está y ha cambiado la cerradura... Golpeo la puerta una y otra vez.
Estoy en mi coche. Afortunadamente este no es descapotable. No sé la marca pero me reguarda del frío, aunque huele mal. Llevo un mes durmiendo en él. Tuve que pegarme con un mendigo para conseguirlo. Tengo suerte, está junto a mi centro de salud. La gente me suele dar algunas monedas. Al mediodía voy a la cola para comer dónde las monjas. Y por la tarde vuelvo a pedir. Si hay suerte, puedo sacar para un par de cartones de vino y una lata de atún para cenar.
Vuelvo a despertarme en mi coche. Anoche me tuve que pegar otra vez con otro mendigo que se había metido en él. Yo no soy como ellos... Cuando quiera podré volver a casa con Vicky, esto es provisional. Me tiemblan mucho las manos. Esta noche he tenido un sueño, iba por la Gran Vía en un descapotable, era arquitecto y ganaba mucho dinero... Era solo un sueño. Parece tan real. Solo ha pasado un año desde que iba en mi coche verde descapotable.
Ha hecho frío esta noche. Observo desde las escaleras del ambulatorio como la gente se arremolina alrededor de mi coche. Alguien ha pedido un médico y se oye la sirena de una ambulancia. Parece que hay alguien dentro. Me acerco a ver... Apenas se ve, por la escarcha que cubre los cristales. Por una puerta abierta puedo ver algo. Hay un hombre con pequeños cristales de hielo en su pelo rodeado de cartones de vino vacíos. A pesar de su barba descuidada su cara me resulta familiar. No, no puede ser... Es la cara que veía en el espejo.

Los ojos de la adicción


Hace ya unos 25 años, andaba yo trabajando en un barrio cualquiera a las afueras de Madrid, aunque bien podía haber sido de otra ciudad grande. En aquellos años eran zonas todavía bastante deprimidas, aún no recuperadas del boom de la droga de los años ochenta. Allí habíamos establecido la sede de una asociación dedicada a atender a menores en lo que luego se llamaría "riesgo de exclusión social" y ahí estaba yo dando mis primeros pasos como psicólogo. Al principio nuestro objetivo era el apoyo escolar, en un intento de reducir tanto el absentismo como el fracaso escolar imperantes en la zona. Pero muchos de los padres y madres eran drogodependientes y esto, evidentemente, afectaba a los menores. Así fue como tuve la oportunidad de hacer las primeras desintoxicaciones y aprender sobre drogas.

Había una zona de chabolas, sin pavimentar y sin servicios apenas, excepto alguna farola atada a un palo de madera. Todo estaba rodeado de basuras y escombros y recorrido por un arroyuelo infecto y pestilente que hacía las veces de alcantarillado. Y le vi a él... Y vi esa mirada...

Llevaba solo lo que parecía una camiseta raída por vestimenta, la cara llena de churretes y su piel era más negra por suciedad que por ser su color natural. Y sus ojos se cruzaron con los míos y su mirada me atravesó. Miraba a un sitio más allá, a un futuro que quizás no tenía. ¿Habéis mirado alguna vez a los ojos de la adicción? ¿Que creéis que sienten? ¿Qué sentís vosotros?

Yo sentí un escalofrío por mi columna y en ese momento supe que quería trabajar con drogodependientes. Aquella figura diminuta, que parecía estar en otro mundo, aparentaba tener alrededor de siete años, no más de nueve... Más tarde, me enteré por un compañero de que era hijo de un camello de la zona y que al parecer el padre le daba papelinas de heroína para "jugar"... ¿Qué pasaría por la cabeza de aquel padre?

Esa mirada sigue ahí. Me di cuenta que la había visto antes en compañeros de instituto que se quedaron por el camino de la droga, esa mirada perdida de mi padre cuando bebía, de otros alcohólicos que había conocido, de aquel hombre que se jugó el sueldo de un mes en las máquinas tragaperras de un bar y lo perdió todo, y sí... alguna vez también la vi en el espejo.

También la he visto después en los usuarios de mis pisos de apoyo al tratamiento, en albergues, en las Barranquillas y otros poblados, en chavales que se pasan las horas muertas con los videojuegos... Es la mirada de la ausencia, de dejar de ser uno mismo, de vivir para algo externo a nosotros...

Pero también se que esa mirada se puede cambiar. Que a veces cuesta pero se puede. Y se trata de que veamos en nosotros mismos el valor que tenemos como personas, nuestro propio poder. Porque para salir de una adicción, sea del tipo que sea, sólo puedes hacerlo por tí mismo, sin olvidar la importancia de la ayuda de quienes te rodean. ¿Hablamos? ¡Depende de ti!

¿A quién puede ayudar el coaching en adicciones?


El proceso de coaching es beneficioso tanto para la persona que sufre la adicción como para las personas de su entorno. En el vídeo que abre este artículo aparecen casos de famosos por ser más conocidos por todos, pero lo que más nos impacta es aquello que sucede en nuestro entorno más cercano y afecta a las personas que más queremos. En esta entrada veremos como afecta la adicción a cada persona que lo sufre sin olvidar el papel de las personas que acompañan al adicto y que lo sufren con él.
Tengo que decir que el coaching es totalmente compatible con el tratamiento que lleve la persona y no pretende sustituirlo. Es una herramienta muy poderosa para que la persona sea consciente de su situación y se motive para conseguir la remisión del trastorno. En este sentido refuerza la adherencia a cualquier tratamiento y en unas primeras fases puede servir para que la persona decida tomar cartas en el asunto y pedir ayuda profesional. Ante todo es un espejo que muestra a la persona su situación actual y le lleva a plantearse si quiere seguir así.
Las adicciones son estados complejos de la persona, que prácticamente afectan a la totalidad de su vida: la salud en general, las relaciones familiares y sociales, la actividad escolar o laboral, los hábitos de ocio, las conductas de cuidado personal, la situación económica, etc., llegando a generar problemas asociados en todas estas áreas y consecuencias más o menos graves en las mismas, como el desarrollo de enfermedades, pérdidas de empleo, rupturas familiares o de pareja, complicaciones legales o judiciales, etc.
Cada caso es único y tiene sus propias variables. Por tanto la presencia o no de dificultades en los ámbitos mencionados irá en función del tipo de adicción y de la situación personal y social de cada persona, así como del tiempo que lleve inmerso en la adicción.
Entre los retos u objetivos que habitualmente presenta la población que padece de alguna adicción podemos señalar los siguientes:
a) Residenciales: o no disponen de un lugar físico donde vivir o el lugar en el que viven no es el que precisan para su integración.
b) Familiares y convivenciales: ruptura familiar (separación, divorcio, etc.); dificultades para atender adecuadamente las necesidades de los hijos menores; pérdida de la custodia y/o tutela de los hijos; violencia doméstica; carencia de un núcleo de convivencia estable; desarraigo familiar: ausencia de relaciones o contacto con la familia de origen; la pareja presenta también algún tipo de dependencia.
c) Personales: baja autoestima, falta de motivación, ausencia de confianza en sí mismos y en los demás; carencia de habilidades personales básicas; escasa capacidad para gestionar sus emociones; aislamiento social; sensación de "vacío" existencial; pérdida de identidad.
d) Económicas: carencia de recursos económicos para cubrir las necesidades básicas; fuentes de ingresos vinculadas a actividades marginales o ilícitas (prostitución, menudeo de drogas, etc.); dependencia económica de la familia o la pareja.
e) Educativas: dificultades para la lectura o escritura; ausencia de formación académica básica; bajo nivel cultural.
f) Laborales: ausencia de formación laboral; ausencia de experiencia laboral;carencia de competencias básicas para el desempeño de un empleo; desempleo; trabajo a tiempo parcial; trabajo precario o inestable; desempeño de trabajos que incrementan el riesgo de recaída.
g) En las relaciones sociales y el ocio: aislamiento social: ausencia de amigos o conocidos al margen de la familia o los profesionales encargados de su atención; relaciones sociales exclusivas con otros adictos o ex adictos; soledad intensa; rechazo por parte del entorno social próximo; ausencia de pareja; ausencia de actividades de ocio de carácter social; actividades de ocio que comportan riesgo de recaída; falta de alternativas de ocio ajenas a la adicción.
h) Legales: acumulación de procedimientos judiciales; estigma carcelario.
i) Sanitarias: desarrollo de enfermedades derivadas de la adicción; deterioros cognitivos por efecto de sustancias; posibles minusvalías.
De todo esto deducimos que la palabra clave en el campo de las adicciones es "dependencia". Como dice Alfonso Ramírez de Arellano en su libro "Coaching para adictos. Integración y exclusión social": "Ser dependiente de una droga o una actividad como el juego, padecer un trastorno de personalidad por dependencia, ser proclive a establecer relaciones dominadas por la subordinación o caer en las situaciones de alienación y sumisión a las que conduce la dependencia psicológica extrema, son factores de riesgo para la integración social y la salud de cualquier persona".
La persona se aleja de su esencia, de lo que es, para centrarse en algo externo. El coaching como herramienta que hace consciente a la persona de su situación, fomenta su autonomía, que es lo opuesto a la dependencia.

Las 4 necesidades prioritarias en adicciones



La idea de este proyecto surge de las necesidades detectadas en mi trabajo de más de veintitrés años en el campo de las adicciones. Mi experiencia se ha desarrollado sobre todo en el ámbito territorial de la Comunidad de Madrid aunque también he podido conocer la situación en otros puntos de España. El impactante vídeo que abre esta entrada nos muestra un proceso típico en el mundo de las adicciones, como comienzan, como se detecta el problema y cómo se decide pedir ayuda, dando en la diana de las principales claves en el proceso de la adicción. Por ejemplo, casi siempre es el entorno de la persona el que da el primer paso pero sin la conciencia de problema por parte del afectado no es posible salir de la adicción.
Estas cuatro necesidades son:
1.- Las entidades y los centros de atención a las adicciones han reducido su número, en los que quedan hay menos profesionales para más población atendida y las partidas presupuestarias no hacen sino reducirse. Los que habéis seguido tratamientos tanto en centros publicos como privados sentís esta atención como deficitaria. El espacio entre citas con los profesionales a veces es superior a un mes y se centra sobre todo en un modelo clínico puro, asistencialista y con poco margen para la autonomía personal de los usuarios del servicio. El enfoque biopsicosocial es cada vez menos "social" y menos "psico", y apenas se toca la parte afectiva y emocional. Los centros privados son caros y priman también, en general, el modelo médico-psiquiátrico sobre todo lo demás. Sin embargo el consumo de drogas como la cocaína y el cannabis sigue en aumento, internet ha sido un acicate para la ludopatía y la adicción a las nuevas tecnologías no hacen sino aumentar, en la población más joven.
Muchos usuarios de estos servicios demandáis otro tipo de atención que os reconozca como personas capaces por vosotros mismos de superar la adicción, que además es la única forma posible: fomentando vuestra propia autonomía personal en contraposición a cualquier tipo de dependencia. ¡Depende de ti!.
2.- En línea con la necesidad anterior sabes que marcarse unas metas o unos objetivos concretos y vivirlos como propios ha demostrado ser de gran utilidad en estos casos, pues la clave está en despertar tu propia consciencia y tu responsabilidad para aumentar la autoestima y afrontar la situación de forma autónoma. Esto no quiere decir que una medicación adecuada en el momento adecuado no sea útil, sino que esta no garantiza, por sí sola, la remisión del trastorno adictivo. Por mi trabajo en recursos residenciales para drogodependientes de distintos niveles de tratamiento he podido comprobar que una gran mayoría de vosotros busca esa meta, ese lugar al que dirigirse, una brújula que os guie a través del campo minado de la adicción. Esto es la base para iniciar el "cambio" y confeccionar tu propio "plan de acción". Y esto es de lo que trata el coaching. Y como vimos en la primera entrada de este blog necesitas trabajar niveles más profundos, como tu identidad o el sentido de tu vida.
Mis primeros contactos con esta disciplina fueron allá por el año 2009. Todo empezó en una conversación con mi hermana, profesora de filosofía. Le siguió la lectura del libro "Coaching para docentes" de Juan Fernando Bou, que luego le regalé a ella, a los que se unieron las lecturas de otros libros de Sergio Fernández y Raimón Samsó. Todo ello me cuadró con los objetivos personales de tratamiento que trabajábamos y lo que llamábamos itinerarios personalizados de reinserción en ese momento eran el plan de acción que se iba revisando y modificando en sintonía con el propio interesado. Por ello me cuadró totalmente aplicar las herramientas y el espíritu del coaching al proceso de tratamiento, primero a las drogodependencias y luego a las adicciones en general, que suelen ir asociadas además.
Así el coaching es útil desde adicciones con sustancia (alcohol, tabaco, cafeína, heroína, cocaína, éxtasis, cannabis, etc) adicciones al juego (ludopatía), al móvil (nomofobia), tecnoadicciones (TV, radio, videojuegos, internet...), al sexo (hipersexualidad o sexo compulsivo), a la comida (atracones compulsivos, bulimia y anorexia), y al azúcar o a la Coca Cola, a las creencias u otros pensamientos (religión, sectas, ciertas obsesiones..) entre otras. En todas ellas he podido comprobar que acotar la adicción, marcar unos objetivos y llevarlos a la acción resulta ser el camino más corto y más seguro de regreso a la vida, y más si utilizas herramientas propias de la inteligencia emocional, la PNL (Programación Neuro-Lingüística) o la hipnosis.
3.- Muchos familiares y allegados me habéis transmitido el gran vacío que existe en la atención y en el asesoramiento a las personas que conviven o tienen cerca a una persona que padece alguna adicción. Os sentís perdidos, con sentimientos encontrados, no sabéis qué hacer para ayudarles... El coaching puede hacer mucho para favorecer que seáis también facilitadores para vuestro ser querido en el camino que le lleva fuera de la adicción, acompañándole durante el mismo. Un ejemplo claro es cuando eres lo que se llama "persona de referencia" en su tratamiento.
En este apartado destacaría dos casos muy llamativos y que me he encontrado con una mayor frecuencia en mi práctica profesional y en mi vida personal: Las personas que convivís con alcohólicos, por la doble moral que existe con el alcohol en nuestra sociedad, y por otro, los padres o tutores que tienen a su cargo jóvenes en edad adolescente y comienzan con conductas de riesgo, en su afán de probar cosas nuevas, que les acerquen al mundo adulto o simplemente les hagan creerse más integrados en su grupo de iguales. En ambos casos cuesta aceptar la dificultad de nuestro familiar y nos sentimos perdidos ante ello, con sentimientos a veces enfrentados.
4.- Este vacío en atención y apoyo con los familiares lo he observado también en muchos profesionales de la intervención en adicciones, aunque ello parezca sorprendente. En especial es llamativo el caso de los que convivís muchas horas con los adictos como ocurre por ejemplo en los distintos recursos residenciales. En este sentido me he encontrado muchos Educadores Sociales, Trabajadores Sociales o Técnicos de Integración Social que me transmitíais cierto "miedo" de los drogodependientes a los que queriais ayudar, o no sentiros en vuestro elemento con ellos. Esto también lo he podido observar en algunos profesionales de los centros de atención como enfermeras, médicos y, lo que es más sorprendente para mí, psicólogos.
Para mí encontrar tu "sitio" en el proceso de ayuda, conectar con uno mismo y la presencia con la persona atendida son fundamentales. Un aspecto, que parece de perogrullo, pero muchas veces pasa a un segundo plano, es que el adicto es ante todo una persona y que debe ser tratada como tal. Algunos profesionales tienden a etiquetarlos y a estigmatizarlos por mantener una "distancia" con respecto a ellos. Y en la atención en adicciones casi siempre toca caminar junto a la persona y mancharse de barro para acompañarla y sostenerla en su propio proceso para superar la adicción. Desde este punto de vista el coaching puede ayudar mucho, tanto a los profesionales de manera individual para cumplir los objetivos marcados con sus pacientes o clientes, como a los equipos de recursos residenciales o equipos multidisciplinares de centros de tratamiento tanto públicos como privados. En esta linea también se pueden hacer procesos de coaching ejecutivo u organizacional con las distintas entidades que participan en la intervención en adicciones, por poner un ejemplo, en la elaboración de planes estratégicos.
En una próxima entrada veremos qué características son las ideales para que alguien acompañe a las personas en el camino de salida de la adicción.

Coaching en Adicciones



El Coaching es el proceso, o el arte si se prefiere, de identificar y gestionar los cambios que queremos hacer para alcanzar nuestros objetivos. Nos lleva de un estado actual a un estado deseado, por lo tanto el concepto clave es el de cambio. Y eso es lo que busca la persona que vive condicionada por la adicción y, consciente de su dificultad, decide pedir ayuda: cambiar. Desde aquí ya parece evidente la utilidad que tiene el coaching, al ser una herramienta de cambio a través de la acción, en el que el propio interesado es el protagonista y el responsable de su propio proceso. Además ese cambio se produce con el acompañamiento de un coach que centra el foco en su cliente para llevarle a donde quiere ir realmente, teniendo en cuenta sus propios recursos, y motivándose para seguir adelante.
Como es sabido la adicción afecta a todas las áreas de la vida de la persona, y si tenemos en cuenta el modelo de los niveles neurológicos desarrollado por Robert Dilts basándose en el trabajo de Gregory Bateson, afecta a todos los niveles neurológicos. La adicción en cierta manera es buscar en algo externo a nosotros lo que en realidad siempre ha estado dentro de nosotros y está relacionado con la búsqueda del placer (especialmente en las primeras fases de la adicción) o en la evasión del dolor, es decir, en principio la adicción se desarrolla porque la persona se siente mejor en ella que en otras situaciones o actividades y según avanza su dependencia se agarra a su adicción para no estar mal, para no sentir dolor. También hay adicciones, en especial cuando se depende de sustancias, que desde principio suponen una huida del dolor, ya tenga una base más fisiológica o psíquica ese dolor. En cualquier caso la adicción siempre parece responder a un intento frustrado de equilibrar placer y dolor.
Bajo mi punto de vista, la atención tanto pública como privada, es deficitaria, al centrarse ambas cada vez más en un modelo médico puro, muy útil en las primeras fases de abordaje de las adicciones pero con grandes dificultades para que el paciente mantenga los cambios a largo plazo. Esto se debe a que se peca de asistencialismo y se concede un escaso margen a la autonomía personal de los usuarios de dichos servicios, cuando esa autonomía es la clave, al ser la antítesis de la dependencia que supone toda adicción. El enfoque biopsicosocial con el que supuestamente se abordaban las adicciones se hace cada vez menos "social" y menos "psico", olvidando totalmente la parte afectiva, emocional y de identidad personal, que son fundamentales para un cambio que permanezca en el tiempo.
En este sentido hay una necesidad por parte de muchos usuarios de una atención de otro tipo que les reconozca como personas capaces de superar la adicción por sí mismos y de saber qué hacer en cada momento. Marcarse unas metas o unos objetivos concretos ha demostrado ser de gran utilidad en estos casos, pues la clave está en despertar la consciencia y la responsabilidad de la persona incrementando su autoestima y, por tanto, su autonomía lo que le aleja de la dependencia.

En la ilustración anterior podemos ver como se estructuran los niveles lógicos o neurológicos en nuestro cerebro. Cambios en los niveles más profundos implican cambios en todos los niveles que están por encima de ellos. Un cambio en los niveles más superficiales como mucho afectan al nivel inmediatamente inferior, pero no supone cambios en los más profundos. De esto se deduce que los cambios que más perduran son los que se producen desde niveles más profundos, desde el interior de las personas.
Si lo vemos por cada nivel y aplicado a las adicciones:
- Entorno: Tendría que ver con las circunstancias externas, el ambiente. Responde a las preguntas ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿con quién? se produce la adicción. Sería el nivel más superficial y más externo a la persona, el nivel dónde lo que pasa no depende prácticamente de ella. En este sentido es muy interesante el lugar que ocupa la persona y el que ocupa la propia adicción en el entorno, lo que llamamos el "rito" de la adicción que engloba también aspectos de los dos niveles siguientes.
- Comportamiento: Este nivel viene totalmente mediatizado por la adicción y es evidente que es lo más llamativo visto desde fuera. Los demás ven en el adicto una persona obsesiva, que no sale de la adicción porque no quiere. Aquí volvemos a mencionar el rito, en este caso serían las pautas de comportamiento que estructuran la propia adicción y contribuyen a mantenerla en el tiempo. Está claro que si nos quedamos en el comportamiento podemos pensar erróneamente que el adicto está donde quiere estar, y no reparar en el resto de los niveles que subyacen a ese comportamiento visible. Responde a la pregunta ¿qué hace en concreto? en relación a la adicción, refiriéndose a la conducta observable desde fuera.
Estos dos primeros niveles producen cambios correctivos que tienen poca probabilidad de perdurar en el tiempo. Son los dos niveles externamente observables y conscientes por completo.
- Capacidades y habilidades: Quizás las capacidades que más se ven afectadas son las que tienen que ver con la gestión adecuada de las emociones (que tiene mucho que ver con las creencias como veremos) y las habilidades sociales, ambas muy relacionadas. La adicción impide en la mayoría de los casos un adecuado desarrollo emocional que incide en un déficit de aprendizajes básicos, y más si tenemos en cuenta que la adolescencia suele ser la etapa en la que se inician las adicciones. Éstas pasan a ser el foco en la vida de la persona y las carencias apuntadas crean gran frustración, pues el afectado se ve cada vez más incapaz para relacionarse consigo mismo y con los demás. Con otras habilidades más instrumentales ocurre lo mismo pues se ven afectadas las habilidades cognitivas, de aprendizaje e incluso las motoras.
Las capacidades y habilidades se sitúan en esa tenue frontera que se situa entre el consciente y el inconsciente de la persona, pues a veces son observables desde fuera, aunque no siempre, o no en su totalidad.
- Creencias y valores: Aquí entramos ya a los niveles plenamente inconscientes. Podríamos decir que son las que mantienen la adicción, un conjunto de creencias limitantes con sus emociones correspondientes asociadas que contribuyen a crear el patrón de la adicción, el rito que lleva a repetir una y otra vez la misma conducta.
Hay estudios que apuntan a que toda adicción podría estar relacionada con ser adictos a determinados pensamientos lo que lleva repetir una y mil veces las mismas rutas neuronales en nuestro cerebro. Parece evidente la relación que existe entre lo que pensamos y cómo es nuestra vida.
Desde la adolescencia me he preguntado que llevaba a unas personas a desarrollar conductas adictivas y otras no, viviendo ambas en ambientes muy similares, incluso en el caso de hermanos. La respuesta apunta, según mi experiencia, a que la diferencia está en dónde ponemos el foco de nuestra vida, en definitiva, en qué creemos y cuáles son nuestros valores. Las personas adictas crean su propio sistema de creencias y valores (como cualquier persona), que les lleva a justificar su adicción, para sentirse bien y porque creen en que llenarán un vacío interior que les produce malestar. Esto, que parece ser cierto en un principio, según se va instalando la adicción en sus vidas muestra su realidad, pues el sentimiento de dependencia que produce cualquier adicción va incrementando aquel malestar, con lo que aumenta la recurrencia del comportamiento adictivo. Es decir, al principio la persona utiliza la adicción para estar muy bien, pero al final lo va haciendo para no estar mal, y se siente atrapada en ese patrón recurrente que es la adicción.
- Identidad: La persona que vive en la fantasía de la adicción siente que no sabe quién es realmente, ni qué es. De hecho se produce una lucha interna entre lo que es realmente, que no se muestra claramente y el personaje que se ha creado con su adicción. En la mayoría de los casos la persona no se reconoce y rechaza su parte adictiva, sin darse cuenta de que esa parte también es ella. Esto es un error, ya que lo que le va a permitir avanzar hacia sus objetivos es integrar esa parte adictiva, no romper con ella.
- Transpersonal/espiritual: La adicción lleva a la pérdida del sentido de la existencia, la persona no sabe para que vive y por eso parece que le da igual morir. A su vez le aísla del resto de las personas y del mundo, solo viven para la adicción. Todo ello hace que parezca que se han olvidado de vivir.
En mi opinión la mayoría de los tratamientos se quedan más en los aspectos conscientes. Se basan sobre todo en los dos primeros niveles y tocan un poco el nivel de las capacidades y las habilidades. Si bien, tienen gran importancia en las primeras fases de tratamiento, no garantizan que se mantengan a largo plazo los cambios conseguidos. Estos cambios se refuerzan cuando se trabajan los niveles más profundos, a partir de las creencias por ejemplo. Por ello la respuesta a la pregunta que ha motivado esta entrada parece evidente: el coaching, la inteligencia emocional y la PNL resultan muy útiles a la hora de superar una adicción.

Cómo el Ave Fénix



Empieza una nueva etapa en este blog, que resurge como el Ave Fénix, con más ilusión si cabe. Han pasado dos años de aquel camino de Santiago que nos ha traido hasta aquí. El blog ha madurado y el germen de aquellas "Citas con Alma" se han convertido ahora en "Citas para AMARTE". Una no se puede entender sin la otra y forman parte de un nuevo proyecto, pero al tiempo son la continuidad de algo que empezó así, hace ya 30 años:



Corría el año 1986 cuando surgió en mi el deseo de recopilar los pensamientos de otros. El propósito inicial era buscar una especie de guía de mi vida, pero poco a poco estos pensamientos comenzaron a exhalar su propio perfume, como si fueran rosas. Cada pensamiento tenía su propia vida y cada uno se asemejaba a un trozo de espejo que reflejaba algo. Empezaron a ordenarse y a casar unos con otros y con el tiempo, según se iban uniendo, se dejó ver una figura, un rostro que allí se reflejaba. No sin cierta sorpresa, un día, no muy lejano, comprendí que aquel rostro era el mío, y aquellos pensamientos facetas de mi propia alma que allí se hallaban reflejadas.


Paradójicamente buscando en los pensamientos de otros, descubrí los míos y que estos son los que realmente cuentan. No es casualidad pues "estamos todos relacionados y todos aprendemos y crecemos juntos en este viaje". Los autores de estos pensamientos me ayudaron a descubrir lo que ya sabía, los impulsos de mi propia alma.

Aquí están para que los leáis, para que os busquéis entre sus líneas. Me gustaría que estos pensamientos fueran una inspiración para que cada persona cave en su interior con valentía, escuche su propio silencio y los latidos de su corazón, y lea lo que hay escrito en su propia alma. Sólo así podrán servirnos de ayuda.

Quiero agradecer a todas las personas que forman parte de mi vida, bien a través de sus libros o pensamientos, bien mediante su presencia física, lo que hemos aprendido y aprenderemos juntos. De alguna manera todos tienen su reflejo en estas frases, nos beneficiamos con ellas y seguimos viajando juntos por la vida.

Quizá cuando los leas, los fragmentos de este espejo cobren cierta sensación de unidad y hasta puede que te parezcan mucho mejores las tuyas propias; será bueno que así suceda porque ese al final es mi objetivo… (Madrid, 26 de marzo de 1996)

Paradójicamente estos pensamientos, estas citas me han llevado a un punto en lo que lo esencial no son ellos sino los latidos de mi corazón y el mensaje que se encuentra en mi propia alma. "Estás aquí para amarte"... El viaje continua. Un abrazo.