AMARTe: Tesoros


"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno. Con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo." Aristóteles

Seguramente te estarás preguntando ¿a qué viene esto de "tesoros"?. Cuando pensamos en un tesoro generalmente se nos vienen a la cabeza un cofre lleno de monedas de oro y joyas valiosas, escondido en una isla lejana u otro lugar recóndito. Y en cierto modo es así porque "las emociones son tesoros". La frase no es mía. La primera vez que la oí fue a Marian Frías que, junto a Gonzalo Campos, me enseñaron el apasionante arte de la Inteligencia Emocional. Y esta frase que puede parecer simple y hasta infantil, me resultó profundamente reveladora. Dejad que los niños se acerquen a mi.

Pertenezco a esa generación que ha escuchado cientos de veces aquello de "los niños no lloran". Qué privilegiadas me resultaban las niñas que podían llorar cuando les daba la gana. La verdad es que en aquel tiempo yo sabía muy poco de niñas, pues iba a un colegio masculino. Más tarde comprendí que no lo eran tanto, pues a ellas les reprimían otras emociones, puede que más incluso. Parecía que todos teníamos que meterlas en un cofre y enterrarlas en una remota isla desierta. Y según íbamos creciendo, como suele ocurrir en estos casos, se nos perdía el mapa del tesoro e incluso llegábamos a olvidar que existía aquel cofre lleno de riquezas, dejando un espacio vacío en nosotros que no entendíamos. Y puesto que nos habían educado para ello, comenzábamos a buscar fuera de nosotros aquello que sentíamos que nos faltaba. Aquella frase supuso, al menos, recordar que una vez había existido un mapa del tesoro, y paso a paso terminé por encontrar el camino para llegar al cofre.

Pero, como sabemos, los tesoros se los llevan los piratas. Así que para encontrar nuestro tesoro tenemos que serlo un poco. Escudriñar el horizonte para saber dónde estamos y qué pasa, ir por caminos poco transitados, algunas veces saltarse alguna norma que otra y, sobre todo, pasar a la acción. Cuando encontré el mapa no pude contener mi sorpresa... Como en aquel cuento, habíamos escondido el cofre en el lugar que menos nos podíamos imaginar que lo íbamos a encontrar. Sí, todos los indicios conducían a un lugar en mi interior. Y yo que pensaba que todas las cosas valiosas estaban fuera de mi... Pero resultó que cómo nos sentimos con nosotros mismos es lo que determina las relaciones que tenemos con los demás y con el mundo.
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Al abrir el cofre pude darme cuenta de que todas las emociones son igual de valiosas, todas nos aportan algo, todas tienen un mensaje para nosotros si nos paramos a escucharlas y hacemos por comprenderlas. Aunque tendemos a clasificarlas como agradables o desagradables, positivas o negativas, esto es algo que sólo está en nuestro programa. Todas están ahí para algo. Ser conscientes de nuestras emociones y lo que nos quieren decir es la mitad del camino para gestionarlas. No se trata de esconderlas o reprimirlas, sino de integrarlas como parte que son de nosotros. Podríamos definir las emociones como sentimientos que nos impulsan a la acción, nos mueven. No hay emociones buenas o malas, sino emociones que nos acercan a lo que queremos y emociones que nos alejan de ello. Si las encerramos en un cofre nos llegan a bloquear, y nos pueden llegar a hacer daño. Es una cuestión de dejarlas fluir y nos permiten conocernos a nosotros mismos, este es su mayor regalo. Resulta que "la isla del tesoro" está dentro de ti.

Todo esto me hizo recordar que prácticamente todas las personas con las que había trabajado, la gran mayoría de las cuales padecían algún tipo de adicción, hablaban de un "vacío emocional" que les había hecho ser dependientes. Todos habían vivido en ambientes tormentosos desde el punto de vista emocional, en lo que llamamos familias desestructuradas y habían sufrido traumas emocionales, o al menos habían vivido situaciones que ellos habían interpretado cómo traumáticas. Pero también me llamaba la atención el hecho de que no todas las personas que habían vivido en ambientes similares habían acabado de la misma manera. Se daba el caso de hermanos que habían seguido después caminos muy distintos, como si la elección personal jugara un papel importante, como vimos al hablar sobre sobre la resiliencia. Y la clave parecía estar en si la persona escuchaba o no a sus propias emociones y qué hacía después con la información que estas le daban. 

Parecían tener tres grandes opciones. Reaccionar ante la emoción según venía, reprimirla sin más o atender al mensaje que traía esa emoción y su significado y responder ante ella, tomando la acción que la emoción nos pide, desde la serenidad. Sólo el hecho de reconocer las emociones que les bloqueaban suponía un avance importante, aunque en un principio pudieran sentirse muy incómodos. A veces suponía pasarse tardes enteras llorando en el sillón, pero esas lágrimas parecía ejercer el mismo efecto que las gotas de lluvia sobre una planta después de la sequía. Las limpiaban, las refrescaban y las dejaban listas para cumplir de nuevo su auténtico propósito. Ante todo, lo que "curaba", era la aceptación de esas emociones como algo propio, sin juzgarlas, y la comprensión de que todas son valiosas por sí mismas.

Respecto a la existencia o no de emociones básicas los distintos estudios no parecen demostrar que existan unas emociones que podamos considerar como tales o al menos no se ponen de acuerdo en cuáles ni en cuantas son. Mi experiencia me lleva a la idea de que, como la inteligencia, son algo muy personal, propio de la idiosincrasia de cada individuo en su interacción con el mundo. Hay quien habla de cuatro emociones básicas (ira, miedo, tristeza y alegría), Daniel Goleman las sitúa en seis según algunas fuentes y menciona ocho en el anexo de su libro "Inteligencia emocional". Y ya si nos vamos a un enfoque espiritual se habla de que solo hay dos el amor y el miedo, y que solo el amor es real. Además, ¿cuando yo siento ira, por ejemplo, siento lo mismo que tu cuando dices que sientes ira? Es casi seguro que no, ni la sentimos por los mismas causas. Por eso yo prefiero hablar de "familias" de emociones en la línea del proyecto "Universo de emociones" impulsado por Eduardo Punset y Rafael Bisquerra, entre otros, y que contempla la existencia de seis galaxias de emociones principales con sus interacciones tanto a nivel interno dentro de cada galaxia como a nivel "intergaláctico". Este "universo" nos facilita la posibilidad de poner nombre a cada emoción que sentimos, nos ayuda a identificarla y situarla. Por otro lado nos lleva a la comprensión de que cada persona tiene su propio mapa estelar en cuanto a las emociones se refiere y a lo importante que es que cada uno explore en profundidad su propio universo emocional. De hecho proponen que los rasgos de personalidad tienen su base en ese "mapa emocional" que es propio de cada persona y en las elecciones que cada uno hacemos en base a él.

En este vídeo podemos ver un programa de Redes en el que se repasa la relación entre las emociones y lo que aprendemos, cómo gestionar las emociones para que nos ayuden en nuestros aprendizajes y no nos paralicen:


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