Los ojos de la adicción


Hace ya unos 25 años, andaba yo trabajando en un barrio cualquiera a las afueras de Madrid, aunque bien podía haber sido de otra ciudad grande. En aquellos años eran zonas todavía bastante deprimidas, aún no recuperadas del boom de la droga de los años ochenta. Allí habíamos establecido la sede de una asociación dedicada a atender a menores en lo que luego se llamaría "riesgo de exclusión social" y ahí estaba yo dando mis primeros pasos como psicólogo. Al principio nuestro objetivo era el apoyo escolar, en un intento de reducir tanto el absentismo como el fracaso escolar imperantes en la zona. Pero muchos de los padres y madres eran drogodependientes y esto, evidentemente, afectaba a los menores. Así fue como tuve la oportunidad de hacer las primeras desintoxicaciones y aprender sobre drogas.

Había una zona de chabolas, sin pavimentar y sin servicios apenas, excepto alguna farola atada a un palo de madera. Todo estaba rodeado de basuras y escombros y recorrido por un arroyuelo infecto y pestilente que hacía las veces de alcantarillado. Y le vi a él... Y vi esa mirada...

Llevaba solo lo que parecía una camiseta raída por vestimenta, la cara llena de churretes y su piel era más negra por suciedad que por ser su color natural. Y sus ojos se cruzaron con los míos y su mirada me atravesó. Miraba a un sitio más allá, a un futuro que quizás no tenía. ¿Habéis mirado alguna vez a los ojos de la adicción? ¿Que creéis que sienten? ¿Qué sentís vosotros?

Yo sentí un escalofrío por mi columna y en ese momento supe que quería trabajar con drogodependientes. Aquella figura diminuta, que parecía estar en otro mundo, aparentaba tener alrededor de siete años, no más de nueve... Más tarde, me enteré por un compañero de que era hijo de un camello de la zona y que al parecer el padre le daba papelinas de heroína para "jugar"... ¿Qué pasaría por la cabeza de aquel padre?

Esa mirada sigue ahí. Me di cuenta que la había visto antes en compañeros de instituto que se quedaron por el camino de la droga, esa mirada perdida de mi padre cuando bebía, de otros alcohólicos que había conocido, de aquel hombre que se jugó el sueldo de un mes en las máquinas tragaperras de un bar y lo perdió todo, y sí... alguna vez también la vi en el espejo.

También la he visto después en los usuarios de mis pisos de apoyo al tratamiento, en albergues, en las Barranquillas y otros poblados, en chavales que se pasan las horas muertas con los videojuegos... Es la mirada de la ausencia, de dejar de ser uno mismo, de vivir para algo externo a nosotros...

Pero también se que esa mirada se puede cambiar. Que a veces cuesta pero se puede. Y se trata de que veamos en nosotros mismos el valor que tenemos como personas, nuestro propio poder. Porque para salir de una adicción, sea del tipo que sea, sólo puedes hacerlo por tí mismo, sin olvidar la importancia de la ayuda de quienes te rodean. ¿Hablamos? ¡Depende de ti!

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